
Autores latinoamericanos de cuentos
📅 01/02/2024 📁 Cuentos
Reencuentro
Yo nací en el campo, y allí transcurrió toda mi infancia. Recuerdo que, en aquellos tiempos, mi mundo no tenía límites porque con mi imaginación, podía trascender sus fronteras y recorrer universos sutiles.
Pero, como la infancia no es eterna, a medida que crecía, el discurso sobre la necesidad de estudiar en la ciudad se hacía cada vez más fuerte y contundente. Me convencí de que no había nada mejor para mi vida. En mi familia, todos eran veterinarios, así que decidí seguir su legado. Una vez graduada, podría ocuparme de los animales, que, después de la vida en el campo, eran mi segunda pasión. Mis años de juventud transcurrieron entre libros, la facultad y el encierro característico de la gran metrópolis.
Al graduarme, tuve la extraña sensación de que la ciudad me había moldeado. Mi mundo ahora tenía límites, y mi imaginación, lejos de explorar mundos sutiles, estaba programada para centrarse en las enfermedades y sus curas. La clínica veterinaria se convirtió en mi universo; las cuatro habitaciones donde pasaba el día atendiendo e interviniendo animales definían mi vida. Y así, casi sin darme cuenta, mi existencia transcurrió entre el trabajo y la casa, en una rutina constante. Por momentos experimentaba una sensación de felicidad, que se intensificaba durante las noches, cuando soñaba con el campo.
Cuando me jubilé, los sueños se volvieron tan recurrentes que comenzaron a perturbarme. Me traían, una y otra vez, el recuerdo de aquella época en la que la dicha no era un estado pasajero. Una noche, desperté con una sofocante necesidad de observar las estrellas. Sin dudarlo, trepé a la azotea y, aunque las vi entre los barrotes de las rejas, no me importó, porque instintivamente recurrí a mi imaginación para tocar el cielo. Por un instante, sentí que flotaba entre las estrellas, muy cerca de la luna, como si la magia me envolviera. Hasta que mi cabeza chocó de manera intempestiva con uno de los barrotes, haciéndome pasar de lo sutil a lo denso.
En cuestión de segundos, la rabia y la impotencia me invadieron al darme cuenta de que estaba sola, envejecida y enferma. Entonces, en un instante de lucidez, comprendí que solo mi dependía revertir esa situación. Y con esa convicción, respiré aliviada, como lo hacía cuando vivía en el campo.
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