Un grupo de amigos disfrutaban un sábado por la tarde en un parque de la ciudad cuando de la nada apareció a su lado un extraño personaje que los miraba fijamente, parecía haber salido de la antigua Grecia, portaba un casco, una espada, coraza, túnica y una greba.

—¿Quién eres? Preguntó uno de los muchachos.

El desconocido desconcertado le contestó:

—¿Cómo osas hacerme esa pregunta ¡soy Alejandro! El Erudito, dueño de una oratoria e inteligencia única entre los mortales, fui instruido por el mismísimo Aristóteles, Sí; el mismo en persona.

Los chicos miraban con asombro a ese peculiar personaje que parecía haber salido del pasado. Uno de ellos le dijo con un tono de picardía en la voz:

—Mira que currículo, un gusto conocerte Alejandro.

—Cómo te atreves, tu ignorancia me ofende insolente muchacho.

—Perdona, es que nunca he oído hablar de ti (contestó conteniendo la risa)

—Pues déjame decirte, soy Alejandro; Hijo de Filipo II, rey de Macedonia y de Olimpia de Epiro.

Las carcajadas de los chicos se hicieron sentir en toda la manzana.

—Oh!, ahora si nos queda claro quién eres, Alejandro Hijo de …. ¿quién?

—Petulantes e incultos jóvenes les contaré un poco más sobre mí, sólo para que después no se me juzgue como un despiadado al hacer uso de mi afilada espada: yo soy Alejandro el grande, rey de Macedonia, el más heroico de los conquistadores, un semidiós. Mi poder y mi gloria es conocido por todos, así como el filo de mi espada, que en este momento la tengo contenida para no usarla en uno de ustedes o ¿por qué no en todos? Les preguntaré por última vez dándoles la oportunidad de redimirse y hacer honor a mi persona: ¡recuerdan! ¿Quién soy?

Mientras él seguía jactándose de sus hazañas históricas; se aproximaban con prisa hacía su dirección dos personas vestidas de blanco. Al verlos Alejandro se dio a la huida, pero uno de ellos logró atraparlo más rápido de lo que él mismo se hubiera podido imaginar. El otro se aproximó a los chicos y les dijo: ¡Disculpen chiquilines, pero Alejandro lo ha vuelto a hacer!

—¿Qué ha vuelto a hacer? Preguntó uno de ellos.

—Escaparse del manicomio, es la segunda vez que lo hace, respondió uno de los hombres y se despidió, llevándoselo. Dejando al grupo absorto ante el episodio que aún no terminaban de comprender.

Tranquilos, dijo uno de los muchachos más veteranos, cada tanto aquí en este parque aparece algún personaje como él, no son malas personas; son tan sólo almas que se han dejado dominar por sus pasiones, hay que saberlos comprender.

Los amigos continuaron su camino, sabían que ese episodio no modificaría su rutina.

Gabriela Motta.

Montevideo

05/03/2018