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Cuentos para leer latinoamericanos

Gabriela Motta

📅 11/08/2020   📁 Cuentos

La Presa

«No es justo» —pensó — en el momento que un golpe contra el suelo hizo que el hombre se distrajera y ella huyera despavorida hacía el bosque. Corrió como corre una presa huyendo de su cazador, corrió hasta sentir que sus pies gritaban pidiéndole que se detuviera, sabía que no era posible, ya que era la única sobreviviente de un espeluznante experimento y para su desdicha esa mañana él había recibido la orden de deshacerse de la testigo. No descansaría hasta exterminarla. Mientras huía sintió como nacía de sus entrañas el más primitivo instinto de supervivencia, la desolación del lugar solo le permitía escuchar el silbido del viento como un depredador más que no le permitía detenerse. Recién cuando logró convertirlo en su aliado sintió seguridad para aminorar la marcha. Tenía que descansar estaba exhausta.

 

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Unas hojas amarillas que flotaban sobre un charco le llamaron la atención porque en ese salvaje acto de luchar por subsistir se identificó con ellas, ya que todas estaban abandonadas a su suerte luchando contra el tiempo para permanecer un minuto más con vida. Cansada se tiró a la orilla del barrizal y dejó que sus ojos se cerraran arrullándose con el golpeteo de su corazón agitado.
Luego de un rato el sonido de una rama de un árbol que se agitaba le provocó un extraño escalofrío en la espalda que le hizo presentir que él estaba cerca. Observó a su alrededor y vio unas piedras grises manchadas de barro, como si alguien hubiera estado acechando su descanso.

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A lo lejos escuchó el ladrido de un perro otra señal de su cercanía. «Podrían ser cazadores» —pensó. Sin embargo, no recordaba haber escuchado ninguno cerca, mientras había estado encerrada. El viento volvió a convertirse en su enemigo trayéndole el olor nauseabundo del cautiverio, su cercanía era inminente.
El sonido de pisadas de unas botas de lluvia confirmaron sus sospechas, aceleró su marcha, pero agazapado detrás de un árbol se encontraba el maldito esperándola.

 

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Ella trató de ocultarse, sin embargo, estaba acorralada. El disparo de un arma la sorprendió, un frío desolador le invadió su cuerpo que cayó sobre el suelo. El eco de un grito se perdió en la lejanía deseoso por ser escuchado, pero resignado porque jamás sería oído. Quizás su venganza sería esa, convertirse en un eterno eco acechando la oscura mente del despiadado hombre. Con sus sentidos casi congelados vislumbró la fragilidad de la vida, cuando por obra del azar justo a su lado un caracol despertó de un sueño ingenuo, que le fue interrumpido por la pesada bota del horrible ser que estaba dispuesto a eliminar toda clase de vida. «No es Justo» —pensó— mientras sus sentidos se apagaban por completo.

 

fin

 

Gabriela Motta
29/06/19
Montevideo.

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