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Localismos

Gabriela Motta

📅 13/10/2020   📁 Cuentos

Hacía un calor que derretía la tierra o al menos esa era su sensación cuando bajó del ómnibus y se chocó con aquella humedad seca, aunque suene contradictorio. Traía consigo una maleta pequeña y una dirección anotada en el celular. Al bajar notó la mirada curiosa de las personas, su traje impoluto en medio de aquel calor lo delataba era evidente que él no era de ahí, pero cómo iba a saber que en pleno agosto habrían más de 36 grados en ese lugar. No sabía hacía donde tenía que ir y con la intención de pedir ayuda se acercó a un señor que estaba próximo.

—Buenas tardes, sería usted tan amable de informarme ¿Dónde se encuentra el hotel de Villa Formosa?

—Mansa cumpa —le dijo el hombre— baita calor hay hoy no? El hotel queda al lado de la casa de Don Manuel el carpintero.

—Creo que no me entendió bien —lo interrumpió en seco sin dejarlo continuar— yo no vivo en el pueblo y no sé quién es don Manuel.

—Que no vive en el pueblo ya me di cuenti cumpita, pero es que está muy apurado y no me dejo terminar de hablar. Mire uste sigue reto por esta calle más o menos tres cuadras, cuando llega a la esquina va a ver un cartel que dice lavadero, ahí dobla a mano izquierda camina unas tres cuadra más y la tercera casa es la de Don Manuel y ahí al lado está el hotel.

—Gracias por su ayuda —le dijo y se fue sin haberlo entendido mucho. Le había quedado claro que debía seguir recto tres cuadras y después vería que podía hacer.

Al llegar a la esquina busco por todos lados, pero el dichoso cartel no estaba. Así que no le quedó otra opción que volver a preguntar, esta vez a una pareja que pasaba por el lugar.

—¿Buenas tardes, como están? podrían informarme ¿dónde queda el Hotel de Villa Formosa?

—Ta mansa la nutria —le contestó amablemente el muchacho— gran flauta pero bien poco no suda amigo ¿quiere un poco de agua?

—No gracias, solo quiero que me digan dónde queda el hotel.

—Cholo —lo interrumpió ella— no ves que el hombre está cansado, mire señor, el hotel queda al lado de la casa de don Manuel el carpintero, que vive de acá unas tres cuadras para abajo. Pero mire que no es changa llegar hasta ahí, porque están arreglando la calle y esta todito tapado de barro. Si uste quiere le puedo decir otro camino.

—Gracias —le contestó el extraño— pero tengo para cambiarme en la maleta así que no importa el barro.

—Ta pelau entonces, siga reto no ma y va a llegar.

Les agradeció y siguió caminando.

—Cumpita —le grito otra vez el muchacho— capaz que ahora está cerrado porque en el pueblo se sestea sabe.

—Cholo no seas abombau, el hotel no cierra, baita mentira le estás diciendo al hombre.

—Discúlpeme, tiene razón acá la patrona, vaya noma que según ella está todo macanudo.

El forastero les volvió a agradecer y siguió. Al bajar dos cuadras comenzó a sentir en sus pies la advertencia que le había hecho la muchacha sobre el barro, para llegar hasta el hotel que tenía un cartel de lavadero —no sé por qué— había que enterrarse en el barro literalmente, sin embargo, estaba demasiado cansado para preguntar nuevamente por otro camino, así que se tiró sin pensarlo.

Cuando por fin llegó a destino con el barro hasta las rodillas leyó un letrero colgado en la puerta que decía: en un rato vuelvo. No podía creer. Se sentó resignado a esperar en la vereda y vio que de al lado salía un señor «seguro ese es don Manuel» —pensó— de tanto escucharlo nombrar ya lo sentía como de la familia.

—Usted debe ser Don Manuel —le dijo amablemente.

—El mismo para servirle, déjeme decirle que anda volando cumpita ¿cómo sabe mi nombre? Ah seguro alguien le dijo, son duro de lengua acá en el pueblo. Quiere pasar a mi casa mientras espera a que abran el hotel, seguro están sesteando. Acá en Villa Formosa siempre nos hacemos un tiempito para descansar porque con estas baitas calores es bravo, vio. Pero la llevamos bien, como decimos acá en el pueblo: todo chiche dijo la Pocha… y no sigo el refrán para que no se me ofenda —y sonrió con picardía.

—Le agradezco la consideración don Manuel, estoy exhausto.

—Pase no tenga vergüenza, como si estuviera en su casa que acá en la sombra está fresquito.

El extraño sonrió, pero estaba convencido de que no encontraría un lugar fresquito por más que lo deseara.

Don Manuel ordenó que le trajeran un vaso lleno con agua helada y le ofreció pasar al baño para que el invitado se pudiera cambiar la ropa embarrada y ponerse cómodo. Él le agradeció y acepto la ayuda, ya estaba resignado a esperar a que el dueño del hotel se levantará de la siesta y le abriera. Moviendo la cabeza entró para el baño mientras no podía dejar de pensar que si contaba la odisea que había vivido para encontrar un hotel en Villa Formosa nadie le creería o lo tildarían de exagerado porque esas situaciones eran inimaginables de donde él venía.

Gabriela Motta

Montevideo.

04/10/19