Cuentos de terror o misterio
📅 05/01/2022 📁 Cuentos
EL PORTAL
Se habían alejado de la ciudad con la esperanza de que la naturaleza ayudara a la pequeña Wendy, desde que había sido víctima de un episodio de violencia, a sus ocho años, no podía permanecer sola en presencia de extraños y había adquirido el singular hábito de usar una moña rosa como amuleto. Esas vacaciones serían el último intento que hacía la familia antes de acceder a internarla en el Hospital Psiquiátrico. Habían intentado de todo, nada resultaba, darían su vida para verla sonreír cómo lo hacía antes de aquel trágico día.
Con la ayuda de un amigo lograron alquilar esa vieja casa quinta alejada de todo y de todos. Parecía el lugar ideal para que la pequeña se recuperara.
Al llegar los recibió don Genaro, el casero, quien se vio sorprendido al verlos con la niña.
—Nadie me aviso que vendría la pequeña —le dijo a quema ropa y notablemente nervioso.
—Buenas tardes, usted debe ser Genaro déjeme presentarnos: soy Benjamín, mi esposa Margaret y ella es Wendy. Seguramente hay un malentendido Genaro, porque sin Wendy no tendría sentido nuestro viaje.
—Yo no tengo problemas con la niña, señor, que no se me malinterprete solo que este no es un buen lugar ¿podemos hablar a solas un minuto por favor?
Margaret tomó a Wendy de la mano y la invitó a entrar para escoger su habitación, mientras tanto Benjamín intentaba comprender lo que estaba sucediendo.
—Hace ya algunos años que no vienen niños a este lugar.
—Mire Genaro yo no entiendo que problema tiene con la niña, la trajimos justamente para que descanse y se recupere de una situación traumática que vivió.
—Yo no sé cómo decirle esto, pero los niños que han venido a este lugar desaparecen de forma misteriosa, todos ellos, por este motivo el señor Mauricio prefiere no alquilar la casa para familias con niños, hay algo en este lugar. No entiendo como siendo su amigo lo dejo venir.
—Ah, de eso se trata entonces. Sí, Mauricio me contó sobre las creencias que existen por esta zona, pero hasta donde tengo entendido las investigaciones develaron que los niños desaparecidos se habían ahogado en el río y que sus cuerpos no se encontraron porque está infectado de pirañas. Quédese tranquilo don Genaro no dejaremos que Wendy se aproxime a ese lugar.
—Discúlpeme señor, pero no fueron así como sucedieron las cosas. Los niños desaparecieron del cuarto de arriba, esa historia del río no es del todo cierta la policía solo encontró pedazos de prendas de los chicos a la orilla del río y supusieron que se habían ahogado, pero en realidad ellos dormían en el cuarto. La historia “oficial” se inventó después, para darle una explicación a esos padres desesperados que no paraban de buscar a sus hijos y a don Mauricio, claro. Créame yo estuve ahí, todo eso que usted me cuenta son solo suposiciones, no tienen pruebas.
—Mire don Genaro yo le agradezco su preocupación, sin embargo, no quiero seguir hablando de supersticiones, si esa era su preocupación pierda cuidado que no le sacaremos un ojo de encima a nuestra pequeña y no es que esté dudando de su palabra, pero las investigaciones científicas son claras y arrojan pruebas contundentes, el río está infectado de pirañas.
—Una cosita más y ya lo dejo descansar señor, en los testimonios que se recogieron de los padres, todos sin excepción, mencionaron que días antes de la desaparición sus hijos habían estado jugando con un gato negro, si llega a ver al animal o si la pequeña lo nombra, por favor, no lo dude aléjese de la casa, ya que no tenemos gatos aquí ¿me entiende?
—Cualquiera que no lo conociera creería que usted tiene intenciones de arruinar el negocio de mi amigo.
—¡No! ¡Eso jamás! Disculpe las molestias, por favor, no le diga nada al señor Mauricio se va a enojar si se entera que yo sigo hablando del tema, pero me había prometido que no vendrían más niños. Estas cosas solo pasan cuando hay niños. Ya no lo molesto disfrute su estadía.
La brisa cálida que venía del río le hizo recordar que debía mencionarle a Wendy que estaba infectado con pirañas y no debía acercarse.
Cuando entró a la casa vio por primera vez, en casi un año, a la pequeña sonreír su corazón se aceleró de alegría.
—Papá en mi ventana hay un nido de pajaritos ¿querés venir a ver?
—Claro que sí. Y salieron corriendo por las escaleras que conducía al cuarto de arriba.
Los días fueron pasando y la pequeña recuperaba su alegría, la familia estaba feliz.
Esa mañana habían acordado un paseo por el bosque, tenían todo preparado cuando Wendy salió corriendo en dirección a su cuarto, —esperen me olvidé de algo— les dijo mientras subió apresurada las escaleras. Al cabo de unos minutos bajó desilusionada —¿qué pasó? —le preguntó Margaret —¿Qué era eso tan importante que querías traer?
—Mamá quería que viniera con nosotros el gatito, mi amigo, pero no lo pude encontrar estaba durmiendo en mi cama, ya no está.
—¿Qué gatito Wendy? —preguntó Benjamín— no sabía que hubiera uno.
—Sí papá yo lo llamó Black es muy amigable.
—La próxima vez que lo veas llámame yo también quiero conocerlo y mirando a Margaret le preguntó:
—¿Tú conoces a el nuevo amigo de Wendy?
—No, pero me encanta que tenga uno.
Hacía meses que no la veían tan feliz a Wendy, no había dudas de que el aire del campo le estaba haciendo bien.
Esa noche llegaron exhaustos, sin embargo, a pesar del cansancio llevaron a cabo la misma rutina de siempre, baño, cena y la lectura de un cuento. Aunque, por alguna razón a pesar del cansancio Wendy no podía dormir, entre vueltas y vueltas sintió como su amigo Black trepó la cama y se acostó junto a sus pies.
—Nunca habías venido por la noche —le dijo— seguramente sabes que tengo miedo. Sin motivo aparente sentía como el pánico se apoderaba de ella. Ese extraño sentimiento envolvía su ser, vueltas y más vueltas una y otra vez hasta que en uno de esos giros lo vio.
Estaba ahí, inerte, parado justo enfrente de ella sobre una especie de portal en medio de su habitación; vestía de negro, sombrero y botas. Se sentó en la cama tomó a Black entre sus manos y lo abrazó fuerte, no podía decir palabra el miedo la paralizó. Quién era ese extraño, no le podía ver la cara solamente sentía como el viento que salía de aquel portal hacía volar una capa negra que le llegaba hasta los pies. Cuando vio que Wendy lo estaba mirando giró y la observó con unos escalofriantes y aterradores ojos rojos. Sonriendo le extendió su mano y suavemente comenzó a llamarla. Ella permanecía inmóvil, sin embargo, Black escapó de su regazo y fue hasta donde estaba el extraño.
—¡Vuelve Black! —Gritó sin éxito, se sorprendió al darse cuenta de que había podido hablar.
Cuando vio que el gato se metió en el portal se incorporó para ir tras él.
—¡Vuelve amigo! —Le gritaba—, el extraño continuaba sonriendo, llamándola. Cuando estuvo cerca vio que aquella puerta que se había abierto en medio de su habitación conducía al río, se desesperó.
—No Black, el río está lleno de pirañas, no entres por favor —y sin pensarlo saltó hacia el portal emitiendo un grito desgarrador haciendo que toda la casa despertará.
—Wendy no está en su habitación, repetía una y otra vez, desesperada, la madre mientras la buscaba por todos lados. Wendy mi pequeña, desapareció.
—¡Al río! ¡Hay que ir al río! —dijo desde el otro lado de la casa don Genaro que también se había despertado por el grito.
Y salieron corriendo los tres a mitad de la noche, mientras corrían Benjamín escuchaba cómo el viento traía consigo voces extrañas, voces que parecían decirle: yo te avisé. Era como si alguien más corriera justo detrás de él.
Cuando llegaron, por fin, vieron tirada en la orilla una moña rosa ensangrentada.
—¡Wendy! —Gritó— desgarrándose de dolor el padre ¿por qué te metiste al río?
Gabriela Motta
04/01/21
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